Queridos, y queridas,
no me andaré con rodeos, pues odio las despedidas.
Llegó la hora de poner punto y final a nuestra historia. He disfrutado muchísimo con vosotros, con este blog y con todo lo que he podido sacar en él, pero creo que ya toca a su fin. No os voy a dejar solos, no os preocupéis, me traslado a una nueva página, desde la que poder dar rienda suelta a mi imaginación. Hoy empezaré en ella copiando una de mis publicaciones aquí que más me ha gustado, pero os prometo una sorpresa para mañana, un texto con el que realmente me siento identificado.
Os dejo al final de esta entrada mi nueva dirección. Sed buenos, leedme y compartid mi blog con todos aquellos que creáis que puedan apreciarlo.
Muchas gracias por todo lo que me habéis dado, siempre estaré en deuda con vosotros.
https://guitarristadeaire.wordpress.com/
Puntos suspensivos
miércoles, 22 de abril de 2015
lunes, 13 de abril de 2015
Querido yo.
Querido yo,
no sé cuando leerás esta carta, o si la leerás siquiera, pero quiero que sepas que, pase lo que pase, sigue siendo quien eres, hoy estarás orgulloso de todo lo que has andado.
No sé si la vida que llevo ahora se asemeja demasiado a lo que deseaba cuando tenía tu edad, para nada; no te voy a engañar, pero una cosa tengo clara, ahora no lo cambiaría por nada.
No soy el tío chungo con el que soñábamos, no soy el que más folla ni el que más lo parte, pero sé quien soy y estoy orgulloso de ello, como lo estarás tú cuando llegues a este día.
No he encontrado todavía alguien junto a quien amanecer cada mañana, pero no me preocupa, ahora mismo ni yo me aguanto cuando sale el Sol, como para cargarle ese marrón a otra persona.
Todavía no he encontrado a quien llevar a las comidas familiares, o sí..., bueno, es complicado; pero no te preocupes, mi abuela, tu abuela, nuestra abuela, sigue juntando los pedazos en los que muchas otras nos rompieron en cada abrazo.
Pero, tranquilo, no todo son malas noticias, hay cosas buenas.
He entendido que la felicidad no depende de nadie más que yo, osea tú. He llenado mi vida de gente maravillosa con la que pasarme horas hablando, intercambiando escritos, lágrimas; sí, se puede llorar de alegría pequeño, comidas, sonrisas, vivencias, o simplemente tiempo. Esa gente no te va a hacer feliz, porque tú ya eres feliz, esa gente te va a elevar a algo más que la felicidad, te va a llenar. Y, joder tío, cuando llegues a este punto lo entenderás todo, ahora solo puedo decirte que esas personitas son lo mejor que me han pasado en la vida. Las hay que han llegado por casualidad, vía Facebook, Twitter, Whatsapp, un partido de fútbol, una sonrisa en el pasillo, un comentario en una página web, cualquier cosa. Otras que siempre han estado ahí porque habéis crecido juntos: tus amigos de toda la vida, esos con los que te pasarías horas y horas recordando todo lo vivido juntos. Y otras que llevan tiempo ahí, pero a las que nunca les había prestado suficiente atención. Esas, quizá, son las mejores. Porque llevas años conociéndolas, pero realmente no sabes nada de ellas. Son amigos de amigos, lo típico, a los que tienes agregados y saludas por ahí, pero poco más. Solo te pido una cosa, querido yo, que des un paso al frente y te atrevas a conocer a esas personas, porque quizá, y solo quizá, cambien tu vida.
No te dejes enredar por cantos de sirena, los dos sabemos que eso no nos va. Preocúpate por aquellos que quieres, que quiero, sin dejarlos de lado. Ellos, como dice Rayden, son tu hogar. Yo tengo 9 casas y lo único que intento es que ninguna de ellas me eche de menos.
Hablando de Rayden, Rayman no, Rayden. Todavía no lo conoces, y es normal, ya lo harás. Que sepas que va a cambiarte la vida. Ya se lo agradecerás, algún día, en esas ando yo también. Me prometieron que algún día lo conocería, y ojalá a mí también me escribiera una carta mi yo del futuro para decirme que ya lo he conocido, pero no es el caso, por el momento. Sin embargo, hace nada, he, bueno, has, cumplido el sueño de verlo en directo, y ha sido, de lejos, uno de los mejores días de tu vida. Impresionante, de verdad.
Como lo fue estar en el Calderón, en un partido del Atleti, por primera vez. Sin palabras, el ambiente, la afición... aquello era la gran familia de la que siempre tu padre te había hablado. La gran familia a la que los dos sabemos que volveremos, tarde o temprano.
Querido yo,
no sé cuando leerás esta carta pero quiérete, quiérete mucho. Y quiere todavía más a aquellos que son tu hogar, que han sido tu payaso cuando llorabas y que te han tomado de la mano cuando te has sentido perdido. Quiere a aquellos que han puesto tu vida patas arriba, pero que se han quedado a tu lado a ponerle remedio. Quiere a los que han compartido contigo algo más que un simple recuerdo. Quiérelos como solo tú sabes.
no sé cuando leerás esta carta, o si la leerás siquiera, pero quiero que sepas que, pase lo que pase, sigue siendo quien eres, hoy estarás orgulloso de todo lo que has andado.
No sé si la vida que llevo ahora se asemeja demasiado a lo que deseaba cuando tenía tu edad, para nada; no te voy a engañar, pero una cosa tengo clara, ahora no lo cambiaría por nada.
No soy el tío chungo con el que soñábamos, no soy el que más folla ni el que más lo parte, pero sé quien soy y estoy orgulloso de ello, como lo estarás tú cuando llegues a este día.
No he encontrado todavía alguien junto a quien amanecer cada mañana, pero no me preocupa, ahora mismo ni yo me aguanto cuando sale el Sol, como para cargarle ese marrón a otra persona.
Todavía no he encontrado a quien llevar a las comidas familiares, o sí..., bueno, es complicado; pero no te preocupes, mi abuela, tu abuela, nuestra abuela, sigue juntando los pedazos en los que muchas otras nos rompieron en cada abrazo.
Pero, tranquilo, no todo son malas noticias, hay cosas buenas.
He entendido que la felicidad no depende de nadie más que yo, osea tú. He llenado mi vida de gente maravillosa con la que pasarme horas hablando, intercambiando escritos, lágrimas; sí, se puede llorar de alegría pequeño, comidas, sonrisas, vivencias, o simplemente tiempo. Esa gente no te va a hacer feliz, porque tú ya eres feliz, esa gente te va a elevar a algo más que la felicidad, te va a llenar. Y, joder tío, cuando llegues a este punto lo entenderás todo, ahora solo puedo decirte que esas personitas son lo mejor que me han pasado en la vida. Las hay que han llegado por casualidad, vía Facebook, Twitter, Whatsapp, un partido de fútbol, una sonrisa en el pasillo, un comentario en una página web, cualquier cosa. Otras que siempre han estado ahí porque habéis crecido juntos: tus amigos de toda la vida, esos con los que te pasarías horas y horas recordando todo lo vivido juntos. Y otras que llevan tiempo ahí, pero a las que nunca les había prestado suficiente atención. Esas, quizá, son las mejores. Porque llevas años conociéndolas, pero realmente no sabes nada de ellas. Son amigos de amigos, lo típico, a los que tienes agregados y saludas por ahí, pero poco más. Solo te pido una cosa, querido yo, que des un paso al frente y te atrevas a conocer a esas personas, porque quizá, y solo quizá, cambien tu vida.
No te dejes enredar por cantos de sirena, los dos sabemos que eso no nos va. Preocúpate por aquellos que quieres, que quiero, sin dejarlos de lado. Ellos, como dice Rayden, son tu hogar. Yo tengo 9 casas y lo único que intento es que ninguna de ellas me eche de menos.
Hablando de Rayden, Rayman no, Rayden. Todavía no lo conoces, y es normal, ya lo harás. Que sepas que va a cambiarte la vida. Ya se lo agradecerás, algún día, en esas ando yo también. Me prometieron que algún día lo conocería, y ojalá a mí también me escribiera una carta mi yo del futuro para decirme que ya lo he conocido, pero no es el caso, por el momento. Sin embargo, hace nada, he, bueno, has, cumplido el sueño de verlo en directo, y ha sido, de lejos, uno de los mejores días de tu vida. Impresionante, de verdad.
Como lo fue estar en el Calderón, en un partido del Atleti, por primera vez. Sin palabras, el ambiente, la afición... aquello era la gran familia de la que siempre tu padre te había hablado. La gran familia a la que los dos sabemos que volveremos, tarde o temprano.
Querido yo,
no sé cuando leerás esta carta pero quiérete, quiérete mucho. Y quiere todavía más a aquellos que son tu hogar, que han sido tu payaso cuando llorabas y que te han tomado de la mano cuando te has sentido perdido. Quiere a aquellos que han puesto tu vida patas arriba, pero que se han quedado a tu lado a ponerle remedio. Quiere a los que han compartido contigo algo más que un simple recuerdo. Quiérelos como solo tú sabes.
lunes, 6 de abril de 2015
Desconcertado
Así vivo, desde hace un tiempo, perdido en mi propio mundo. Sin saber a dónde ir, qué hacer ni en quién confiar. Es duro esto de sentirme un extraño, de no ser capaz de reconocerme cuando me miro al espejo.
He probado eso de salir a correr, pero tampoco funciona, el viento susurra tu nombre a cada zancada, o es que quizá cada vez estoy más cerca de volverme loco. He intentado también eso de darme a la bebida, pero no valgo para esto, el alcohol está asqueroso, y con lágrimas aún sabe peor. Los amigos están ahí, pero ya nada es como antes, todos hemos cambiado.
Y eso me lleva a encerrarme en el pequeño santuario que es mi habitación. Estas cuatro paredes me van a volver loco igual, pero total, ¿qué va a salvarme de mi locura si ya ni tú lo haces?; al menos, aquí me siento seguro, en un lugar que conozco y en el que no tengo que esconder lo que pienso o siento.
Quizá tendría que haber hecho caso a esa voz amiga, que me avisó del riesgo que corría. Me hubiera evitado las hostias, es cierto, pero entonces nunca te habría visto sonreír así. Y casi que prefiero verte sonreír, total, mi vida ya era un caos antes de que tú aparecieras.
Me encantaría poder decir, como Rayden, "que el pasado ya es "historia", el "presente" un regalo morena y del futuro no sé que será pero será a tu lado yo seré algo tuyo y tu mi eternidad...", pero tengo demasiado miedo como para oír algo que podría destrozarme.
Te odio, ya te lo dije, por hacerme sentir esto. Te odio por tenerme desconcertado, por no saber nunca qué piensas o sientes, por no ser persona hasta que me sonríes. Pero, por encima de todo, me odio, por haber vuelto a creer, en ti, en mí, en un nosotros que nunca ha existido. Me odio por haber creído que esta vez sería diferente, que tendría el valor suficiente para dar un paso adelante. Me odio por ser incapaz de decir "te quiero".
He probado eso de salir a correr, pero tampoco funciona, el viento susurra tu nombre a cada zancada, o es que quizá cada vez estoy más cerca de volverme loco. He intentado también eso de darme a la bebida, pero no valgo para esto, el alcohol está asqueroso, y con lágrimas aún sabe peor. Los amigos están ahí, pero ya nada es como antes, todos hemos cambiado.
Y eso me lleva a encerrarme en el pequeño santuario que es mi habitación. Estas cuatro paredes me van a volver loco igual, pero total, ¿qué va a salvarme de mi locura si ya ni tú lo haces?; al menos, aquí me siento seguro, en un lugar que conozco y en el que no tengo que esconder lo que pienso o siento.
Quizá tendría que haber hecho caso a esa voz amiga, que me avisó del riesgo que corría. Me hubiera evitado las hostias, es cierto, pero entonces nunca te habría visto sonreír así. Y casi que prefiero verte sonreír, total, mi vida ya era un caos antes de que tú aparecieras.
Me encantaría poder decir, como Rayden, "que el pasado ya es "historia", el "presente" un regalo morena y del futuro no sé que será pero será a tu lado yo seré algo tuyo y tu mi eternidad...", pero tengo demasiado miedo como para oír algo que podría destrozarme.
Te odio, ya te lo dije, por hacerme sentir esto. Te odio por tenerme desconcertado, por no saber nunca qué piensas o sientes, por no ser persona hasta que me sonríes. Pero, por encima de todo, me odio, por haber vuelto a creer, en ti, en mí, en un nosotros que nunca ha existido. Me odio por haber creído que esta vez sería diferente, que tendría el valor suficiente para dar un paso adelante. Me odio por ser incapaz de decir "te quiero".
miércoles, 1 de abril de 2015
Castillo de naipes
Llega un momento en la vida de todo hombre, o mujer, o ser humano, no sé si a los animales les ocurre lo mismo, en el que todo lo que conoce se desmorona por completo y tiene la sensación de estar pisando sobre arenas movedizas.
De nosotros mismos depende cómo salir de este atolladero, aunque la mayoría de las veces tengamos que hacerlo apoyados en los que nos rodean, con los que compartimos nuestro día a día y en los que más confiamos.
Ahora bien, ¿qué hacer cuando uno de los pilares de tu vida se derrumba como un castillo de naipes?
Es cierto que yo fui el primero en meter distancia entre nosotros, no podíamos seguir manteniendo una relación que no llevaba a ningún lado y nos hacía daño a todos, sin embargo, cada vez que nos veíamos y estábamos juntos, por poco que fuera, volvían a revivir las cenizas de lo que un día fuimos; un todo inseparable.
Las anécdotas de todo lo vivido juntos son incontables y motivo de risas y llantos, de risa, cada vez que nos juntamos, y eso no lo cambio por nada, lo prometo; a pesar de no prometer nunca nada.
Pero hubo un momento en el que algo pasó entre nosotros y a partir de ahí ya nada volvió a ser lo mismo. Ambas partes nos esforzábamos por mantener unida una relación que sabíamos que, a la larga, tenía fecha de caducidad.
Vamos a seguir viéndonos y coincidiendo, compartiendo momentos que, quien sabe, ojalá puedan volver a reavivar esto, aunque lo dudo. Hace mucho tiempo que el abismo entre nosotros es demasiado grande como para cruzarlo a nado, como para arriesgar una vida, que hace mucho que perdí, para intentar recuperar otra que no sé si realmente quiero recuperar.
No os miento cuando digo que habéis marcado mi pasado, mi presente y mi futuro. Vivimos juntos el primero de estos, para poder separarnos ahora buscando algo que nos lleve a un verano moral en el último de ellos.
Trato de buscar que pasó para que todo esto sucediera, pero no encuentro más respuesta que la de una botella de alcohol vacía. Quizá fue eso, os aferrasteis a ella y yo me quise deshacer demasiado pronto. No os culpo, nunca, si soy quien soy también es, en parte, culpa vuestra. Me vais a tener aquí para lo que necesitéis, ni falta hace que lo diga.
Por último, ya solo me queda agradeceros lo que habéis hecho. Me habéis dado una lección de madurez, algo que siempre, aunque no quisiera, os eché en falta. Habéis borrado los puntos suspensivos que dejé a nuestra historia para dejar uno solo.
De ambas partes depende que sea seguido, aparte o final.
Gracias por todo.
De nosotros mismos depende cómo salir de este atolladero, aunque la mayoría de las veces tengamos que hacerlo apoyados en los que nos rodean, con los que compartimos nuestro día a día y en los que más confiamos.
Ahora bien, ¿qué hacer cuando uno de los pilares de tu vida se derrumba como un castillo de naipes?
Es cierto que yo fui el primero en meter distancia entre nosotros, no podíamos seguir manteniendo una relación que no llevaba a ningún lado y nos hacía daño a todos, sin embargo, cada vez que nos veíamos y estábamos juntos, por poco que fuera, volvían a revivir las cenizas de lo que un día fuimos; un todo inseparable.
Las anécdotas de todo lo vivido juntos son incontables y motivo de risas y llantos, de risa, cada vez que nos juntamos, y eso no lo cambio por nada, lo prometo; a pesar de no prometer nunca nada.
Pero hubo un momento en el que algo pasó entre nosotros y a partir de ahí ya nada volvió a ser lo mismo. Ambas partes nos esforzábamos por mantener unida una relación que sabíamos que, a la larga, tenía fecha de caducidad.
Vamos a seguir viéndonos y coincidiendo, compartiendo momentos que, quien sabe, ojalá puedan volver a reavivar esto, aunque lo dudo. Hace mucho tiempo que el abismo entre nosotros es demasiado grande como para cruzarlo a nado, como para arriesgar una vida, que hace mucho que perdí, para intentar recuperar otra que no sé si realmente quiero recuperar.
No os miento cuando digo que habéis marcado mi pasado, mi presente y mi futuro. Vivimos juntos el primero de estos, para poder separarnos ahora buscando algo que nos lleve a un verano moral en el último de ellos.
Trato de buscar que pasó para que todo esto sucediera, pero no encuentro más respuesta que la de una botella de alcohol vacía. Quizá fue eso, os aferrasteis a ella y yo me quise deshacer demasiado pronto. No os culpo, nunca, si soy quien soy también es, en parte, culpa vuestra. Me vais a tener aquí para lo que necesitéis, ni falta hace que lo diga.
Por último, ya solo me queda agradeceros lo que habéis hecho. Me habéis dado una lección de madurez, algo que siempre, aunque no quisiera, os eché en falta. Habéis borrado los puntos suspensivos que dejé a nuestra historia para dejar uno solo.
De ambas partes depende que sea seguido, aparte o final.
Gracias por todo.
domingo, 22 de marzo de 2015
Y llegaste tú
Dicen que hay dos tipos de personas en este mundo: los que llegan, ponen tu vida patas arriba y luego desaparecen; y los que están ahí para poner orden cuando los primeros aparecen, pero de los que nos olvidamos después, porque no son lo suficientemente interesantes para nosotros como para prestarles más atención.
Siempre he creído que hay otros dos tipos de personas: aquellos tan súmamente aburridos que están ahí porque tienen que estar y basan su existencia en tratar de sumar minutos esperando a que algo interesante les pase; y aquellos que llegan a tu vida como un huracán, la ponen patas arriba y se quedan, ayudándote a colocar cada cosa en su sitio después de la tormenta.
Creo que estos son los mejores que te puedes encontrar, aunque en la vida, como en todo, siempre es bueno la variedad.
Todos necesitamos de ese alguien que entra sin llamar permiso, nos hace sentir infinidad de cosas que creíamos que no volveríamos a sentir y se larga, tal como llegó, sin hacer ruido; pero dejándonos sumidos en la más profunda oscuridad, con miedo a mirar a la luz.
Entonces aparece ese ángel salvador que ha estado ahí siempre, esa persona que nunca nos ha abandonado pero a la que quizá nunca prestamos suficiente atención. Es en ese momento cuando, al menos yo, me siento más mierda todavía, no por haber dejado que me rompieran; que también, sino por tener la cara dura de dejar que me ponga la tirita aquella persona que necesitó dos cajas de éstas mientras yo dejaba que un huracán pusiera mi vida patas arriba.
Luego está el aburrido, que se deja llevar por la vida. Quizá te da la sensación que no puede aportarte nada, y en la mayoría de los casos será así, pero siempre hay algún iluminado que se sale de la norma y te permite ver que quizá un poco de rutina no esté tan mal. Te ayudará a conocerte mejor a ti mismo y será una pequeña isla en el inmenso océano, pero no será un buen lugar para quedarte mucho tiempo.
Y luego están esas personas que, como las primeras, entran en nuestra vida y la ponen patas arriba. Pero en lugar de desaparecer, se quedan a tu lado, miran el desorden que han provocado y, cogiéndote la mano te dicen: "Tranquilo, que esto lo arreglamos". Y ya está. Y ninguno de los dos necesitáis más. Poco a poco las cosas irán volviendo a su lugar, aunque ya nada será nunca como antes. Esa persona le dará su toque a la decoración y te hará ver otras cosas, diferentes puntos de vistas, otras mentalidades que te abrirán la puerta a paisajes preciosos, en los que, a veces, también llueve. Pero bueno, para ver el arco iris hay que soportar la lluvia, ¿no?
Y luego estás tú...
que sí, llegaste a mi vida y la pusiste patas arriba; como muchas. Ahora solo queda por ver si saldrás corriendo como ellas, o te quedarás para ayudarme a recomponer este desorden.
Tú decides.
Luego está el aburrido, que se deja llevar por la vida. Quizá te da la sensación que no puede aportarte nada, y en la mayoría de los casos será así, pero siempre hay algún iluminado que se sale de la norma y te permite ver que quizá un poco de rutina no esté tan mal. Te ayudará a conocerte mejor a ti mismo y será una pequeña isla en el inmenso océano, pero no será un buen lugar para quedarte mucho tiempo.
Y luego están esas personas que, como las primeras, entran en nuestra vida y la ponen patas arriba. Pero en lugar de desaparecer, se quedan a tu lado, miran el desorden que han provocado y, cogiéndote la mano te dicen: "Tranquilo, que esto lo arreglamos". Y ya está. Y ninguno de los dos necesitáis más. Poco a poco las cosas irán volviendo a su lugar, aunque ya nada será nunca como antes. Esa persona le dará su toque a la decoración y te hará ver otras cosas, diferentes puntos de vistas, otras mentalidades que te abrirán la puerta a paisajes preciosos, en los que, a veces, también llueve. Pero bueno, para ver el arco iris hay que soportar la lluvia, ¿no?
Y luego estás tú...
que sí, llegaste a mi vida y la pusiste patas arriba; como muchas. Ahora solo queda por ver si saldrás corriendo como ellas, o te quedarás para ayudarme a recomponer este desorden.
Tú decides.
lunes, 23 de febrero de 2015
Seny i pit
-Va tío, levanta, hostias más grandes te has pegado, cabezón.
+Tú... ¿Qué haces tú aquí?
-¿Otra vez la misma conversación? Recuérdalo, siempre.
+¿A pesar de todo?
-A pesar de todo.
+¿Por qué?
-Porque sin ti no podría vivir, ya lo sabes.
+Te odio.
-¿Por qué?
+Porque siempre me haces quedar como un inútil, por dejarme ir a mi bola cuando sabes que tienes razón... por no haberme hecho retroceder a tiempo.
-Eso nunca. Para atrás ni para coger impulso, ¿lo recuerdas?
+Creo que eso va a acabar matándome, no sé porque coño sigo haciéndole caso.
-Porque eres así, no puedes hacer nada por cambiarlo.
+¿Un gilipollas?
-Un soñador.
+Ya ves tú, para lo que me ha servido...
-Algún día me entenderás, recordarás todo esto y te reirás.
+¿Me lo prometes?
-No puedo prometerte nada, pero confía en mí. ¿Cuándo te he mentido yo?
+...nunca...
-Vamos, va, nos queda una vida por delante.
+Tienes razón tío... gracias.
-¿Por qué?
+Por no cansarte de mí, por estar ahí siempre que me caigo, por darme la libertad de pegármela y volver a por mí con una sonrisa, sin sorna.
-Para eso estamos, ¿no?
+A veces me pregunto qué sería de ese gilipollas que duerme sin ti...
-Pues lo mismo que sin ti, no se hubiera levantado nunca.
+Pero, sin mí nunca hubiera caído...
-¿De verdad lo crees?
+Sí, siempre soy el que lo hace caer.
-Esto no es tú o yo, tío, esto es nosotros.
+Pero sin mí os iría mucho mejor, reconócelo.
-Nunca. Somos un equipo, seny i pit, ¿recuerdas? Sin ti no soy nada.
+Tú... ¿Qué haces tú aquí?
-¿Otra vez la misma conversación? Recuérdalo, siempre.
+¿A pesar de todo?
-A pesar de todo.
+¿Por qué?
-Porque sin ti no podría vivir, ya lo sabes.
+Te odio.
-¿Por qué?
+Porque siempre me haces quedar como un inútil, por dejarme ir a mi bola cuando sabes que tienes razón... por no haberme hecho retroceder a tiempo.
-Eso nunca. Para atrás ni para coger impulso, ¿lo recuerdas?
+Creo que eso va a acabar matándome, no sé porque coño sigo haciéndole caso.
-Porque eres así, no puedes hacer nada por cambiarlo.
+¿Un gilipollas?
-Un soñador.
+Ya ves tú, para lo que me ha servido...
-Algún día me entenderás, recordarás todo esto y te reirás.
+¿Me lo prometes?
-No puedo prometerte nada, pero confía en mí. ¿Cuándo te he mentido yo?
+...nunca...
-Vamos, va, nos queda una vida por delante.
+Tienes razón tío... gracias.
-¿Por qué?
+Por no cansarte de mí, por estar ahí siempre que me caigo, por darme la libertad de pegármela y volver a por mí con una sonrisa, sin sorna.
-Para eso estamos, ¿no?
+A veces me pregunto qué sería de ese gilipollas que duerme sin ti...
-Pues lo mismo que sin ti, no se hubiera levantado nunca.
+Pero, sin mí nunca hubiera caído...
-¿De verdad lo crees?
+Sí, siempre soy el que lo hace caer.
-Esto no es tú o yo, tío, esto es nosotros.
+Pero sin mí os iría mucho mejor, reconócelo.
-Nunca. Somos un equipo, seny i pit, ¿recuerdas? Sin ti no soy nada.
domingo, 15 de febrero de 2015
Promesas
-Oye tío, ¿puedo preguntarte algo?
+Claro, adelante.
-Hace mil que nos conocemos, ya sabes, y en todo este tiempo nunca te he visto prometer nada... ¿por qué?
+¿De verdad quieres saberlo?
-Me llama la atención, más que nada, pero si no quieres hablar del tema no hay problema.
+No, tranquilo, te lo contaré. No hago promesas porque soy incapaz de cumplirlas, así de simple.
-Pero, hombre, todos hemos roto alguna promesa pero no por eso hemos dejado de creer en ellas.
+Yo sí, estoy cansado de decepcionar a aquellos que me rodean y creen en mí, por eso dejé de hacer promesas. Prefiero no comprometerme a nada y no fallar por simple gusto, porque me motiva aquello que hago, que prometerte que voy a hacer algo y defraudarte porque he perdido el interés en lo que te dije.
-Pero... habrá alguna promesa que hayas cumplido, digo yo...
+No creas, únicamente recuerdo haber cumplido una, aunque cada vez tengo más ganas de romperla. -Ah sí, ¿cuál es ésa?
+Prometí a mi madre mantenerme con vida, no dejar que esta mierda me matara, pero cada día que pasa tengo más ganas de meterme un tiro entre las cejas y dejar este puto mundo.
-Joder macho, no hables así, de verdad que quitas las ganas de vivir a cualquiera... Prométeme que de aquí en adelante vas a ser más optimista.
+¿¡Tú eres tonto o qué coño te pasa!?
-Tío, cálmate, no quería que te enfadaras. No es tan difícil como crees, verás, solo tienes que creer en ti mismo y esforzarte por no decepcionarte. A fin de cuentas, te estás comprometiendo contigo mismo y no con la persona con la que mantienes la promesa.
+¿Pero tú de verdad crees que alguien como yo puede creer en sí mismo?
-¿Tan difícil es? Yo creo en ti, y seguro que no soy el único.
+No me vengas con chorradas, qué cojones vas a creer tú en mí. La única que en algún momento creyó en mí fue ella, y mira cómo acabó...
-¿Tu mujer?, ¿qué le pasó?
+Malgastó la vida intentando cambiarme, tratando de convertirme en el hombre del que ella se había enamorado. Le prometí mil veces que dejaría las drogas y la bebida y mírame, llevo más mierda dentro que Charlie Sheen.
-¿Y por qué no lo hiciste?, estaba en tus manos...
+Supongo que la quería demasiado como para dejar que se anclara a este barco hundido. Veía más fácil seguir en el fondo del océano y dejar que la corriente se la llevara a intentar salir a flote para acabar volviendo al lugar del que huía. Yo soy ésto, tío, y eso no lo va a poder cambiar nadie; por mucho que quiera, por mucho que la quiera.
-¿Ni siquiera el miedo a perderla te pudo hacer cambiar?
+Ella fue, es y será el amor de vida, tío, pero a esta mierda no se le puede llamar vida. Dejarla ir era la única manera de salvarla...
-¿Por qué nunca me habías hablado de ésto?
+No sé...
-Sabes que puedes salir de ésto, solo tienes que quererlo. Veo en ti a un hombre capaz de hacer lo que se proponga, basta sólo con que lo desee de verdad... ¿por qué sigues con la cabeza hundida en el barro?
+Quizá me gusta demasiado el alcohol, o los porros. Quizá me ves hablándole a una botella de whisky porque ni las putas que pago me soportan. Quizá lo mejor para todos sería volarme los sesos y desaparecer de una puta vez, convirtiendo el mundo en un lugar un poquito más limpio, a pesar de que eso supusiera faltar a la promesa que hice a mi madre; aunque bueno, otra más ya...
+Claro, adelante.
-Hace mil que nos conocemos, ya sabes, y en todo este tiempo nunca te he visto prometer nada... ¿por qué?
+¿De verdad quieres saberlo?
-Me llama la atención, más que nada, pero si no quieres hablar del tema no hay problema.
+No, tranquilo, te lo contaré. No hago promesas porque soy incapaz de cumplirlas, así de simple.
-Pero, hombre, todos hemos roto alguna promesa pero no por eso hemos dejado de creer en ellas.
+Yo sí, estoy cansado de decepcionar a aquellos que me rodean y creen en mí, por eso dejé de hacer promesas. Prefiero no comprometerme a nada y no fallar por simple gusto, porque me motiva aquello que hago, que prometerte que voy a hacer algo y defraudarte porque he perdido el interés en lo que te dije.
-Pero... habrá alguna promesa que hayas cumplido, digo yo...
+No creas, únicamente recuerdo haber cumplido una, aunque cada vez tengo más ganas de romperla. -Ah sí, ¿cuál es ésa?
+Prometí a mi madre mantenerme con vida, no dejar que esta mierda me matara, pero cada día que pasa tengo más ganas de meterme un tiro entre las cejas y dejar este puto mundo.
-Joder macho, no hables así, de verdad que quitas las ganas de vivir a cualquiera... Prométeme que de aquí en adelante vas a ser más optimista.
+¿¡Tú eres tonto o qué coño te pasa!?
-Tío, cálmate, no quería que te enfadaras. No es tan difícil como crees, verás, solo tienes que creer en ti mismo y esforzarte por no decepcionarte. A fin de cuentas, te estás comprometiendo contigo mismo y no con la persona con la que mantienes la promesa.
+¿Pero tú de verdad crees que alguien como yo puede creer en sí mismo?
-¿Tan difícil es? Yo creo en ti, y seguro que no soy el único.
+No me vengas con chorradas, qué cojones vas a creer tú en mí. La única que en algún momento creyó en mí fue ella, y mira cómo acabó...
-¿Tu mujer?, ¿qué le pasó?
+Malgastó la vida intentando cambiarme, tratando de convertirme en el hombre del que ella se había enamorado. Le prometí mil veces que dejaría las drogas y la bebida y mírame, llevo más mierda dentro que Charlie Sheen.
-¿Y por qué no lo hiciste?, estaba en tus manos...
+Supongo que la quería demasiado como para dejar que se anclara a este barco hundido. Veía más fácil seguir en el fondo del océano y dejar que la corriente se la llevara a intentar salir a flote para acabar volviendo al lugar del que huía. Yo soy ésto, tío, y eso no lo va a poder cambiar nadie; por mucho que quiera, por mucho que la quiera.
-¿Ni siquiera el miedo a perderla te pudo hacer cambiar?
+Ella fue, es y será el amor de vida, tío, pero a esta mierda no se le puede llamar vida. Dejarla ir era la única manera de salvarla...
-¿Por qué nunca me habías hablado de ésto?
+No sé...
-Sabes que puedes salir de ésto, solo tienes que quererlo. Veo en ti a un hombre capaz de hacer lo que se proponga, basta sólo con que lo desee de verdad... ¿por qué sigues con la cabeza hundida en el barro?
+Quizá me gusta demasiado el alcohol, o los porros. Quizá me ves hablándole a una botella de whisky porque ni las putas que pago me soportan. Quizá lo mejor para todos sería volarme los sesos y desaparecer de una puta vez, convirtiendo el mundo en un lugar un poquito más limpio, a pesar de que eso supusiera faltar a la promesa que hice a mi madre; aunque bueno, otra más ya...
jueves, 12 de febrero de 2015
Nunca será siempre
Nunca me oiréis quejarme, nunca. Nunca escucharéis salir de mi boca una queja, un lamento o un reproche por la presión que hay depositada en mí, nunca. Nunca me veréis tocar fondo, por muy abajo que llegue; creedme cuando os digo que nunca, es nunca.
Puede sonaros arrogante, creído, soberbio y vanidoso, puedo pareceros un estúpido que se cree que va a comerse el mundo sin saber que éste va a por él con cuchillo y tenedor, pero nunca, nunca, me podréis tachar de tal, pues no encontraréis en mí aquello que creéis. Y cuando os digo que nunca llegaréis a conocerme, es porque nunca lo haréis.
Soy de los que no cree en la casualidad, a mí me va más eso de la causalidad. Soy de los que tiene lo que se gana, de a los que no abren puertas por ser el hijo de tal, el primo de cuál o el amigo de aquél. Yo soy mi nombre, y mis apellidos, y el sudor será la única corona que adorne mi frente. Cómo dijo Nuno hace poco, echadme a mí la mierda y vosotros disfrutad, estoy aquí para eso. La presión puede contigo, sí, cuando no estás preparado para ella. Pero llega un momento en que necesitas de esa presión, un momento en el que lleváis tanto tiempo juntos que el día que te levantas y tienes la sensación de que no hay unas esperanzas puestas en ti o unas expectativas por cumplir notas que el mundo se te viene encima. Y en ese instante es cuando te das cuenta de que necesitas que la gente espere cosas de ti, que esa presión te hace mejor, y esas ganas de querer ser mejor cada día te hacen todavía mejor y poner el listón todavía más arriba. Y eso, amigos, es un círculo vicioso. Puede llevaros a la gloria, pero patinad y os despertaréis en un infierno del que no saldréis.
Nunca me oiréis, tampoco, decir "te quiero", y no porque no lo sienta, la verdad. Soy de esas personas que saldría a la calle y se lo diría a todas aquellas personas que le rodean en su día a día, que le ayudan a ser mejor. "Oye, gracias por hacerme mejor, por estar ahí siempre, te quiero". Queda de puta madre, ¿eh?.
Pero no, yo es que he perdido la fe en esa frase. Aquellos que se merecen oír esas palabras de mi boca ya me conocen, y son los que más cerca están de conocerme realmente, pues todavía no me conozco ni yo.
Y a ti, sí, tú que eres realmente uno de los motivos de estas líneas. A ti no te diré "te quiero", aunque sí soy sincero he de decir que quizá me hayas hecho recuperar la esperanza, quizá he vislumbrado en tus ojos un ápice de cordura en este mundo de locos. A ti te diré que te odio, y te lo repetiré mil veces, quizá por eso de que del amor al odio hay un paso, o al revés. O quizá, sólo, porque en el fondo, una parte de mí sí que te odia.
Te odia porque has conseguido alejarme de ella, de esa voz interior que me dice que no lo haga, que no te sonría y mucho menos que me espere a que me la devuelvas. Quizá te odia porque has conseguido que, por primera vez en mucho tiempo, esa voz se calle y deje paso a una oda a la esperanza.
Pero oye, que te odio, y que nunca voy a decirte "te quiero", pero...
nunca será siempre.
Puede sonaros arrogante, creído, soberbio y vanidoso, puedo pareceros un estúpido que se cree que va a comerse el mundo sin saber que éste va a por él con cuchillo y tenedor, pero nunca, nunca, me podréis tachar de tal, pues no encontraréis en mí aquello que creéis. Y cuando os digo que nunca llegaréis a conocerme, es porque nunca lo haréis.
Soy de los que no cree en la casualidad, a mí me va más eso de la causalidad. Soy de los que tiene lo que se gana, de a los que no abren puertas por ser el hijo de tal, el primo de cuál o el amigo de aquél. Yo soy mi nombre, y mis apellidos, y el sudor será la única corona que adorne mi frente. Cómo dijo Nuno hace poco, echadme a mí la mierda y vosotros disfrutad, estoy aquí para eso. La presión puede contigo, sí, cuando no estás preparado para ella. Pero llega un momento en que necesitas de esa presión, un momento en el que lleváis tanto tiempo juntos que el día que te levantas y tienes la sensación de que no hay unas esperanzas puestas en ti o unas expectativas por cumplir notas que el mundo se te viene encima. Y en ese instante es cuando te das cuenta de que necesitas que la gente espere cosas de ti, que esa presión te hace mejor, y esas ganas de querer ser mejor cada día te hacen todavía mejor y poner el listón todavía más arriba. Y eso, amigos, es un círculo vicioso. Puede llevaros a la gloria, pero patinad y os despertaréis en un infierno del que no saldréis.
Nunca me oiréis, tampoco, decir "te quiero", y no porque no lo sienta, la verdad. Soy de esas personas que saldría a la calle y se lo diría a todas aquellas personas que le rodean en su día a día, que le ayudan a ser mejor. "Oye, gracias por hacerme mejor, por estar ahí siempre, te quiero". Queda de puta madre, ¿eh?.
Pero no, yo es que he perdido la fe en esa frase. Aquellos que se merecen oír esas palabras de mi boca ya me conocen, y son los que más cerca están de conocerme realmente, pues todavía no me conozco ni yo.
Y a ti, sí, tú que eres realmente uno de los motivos de estas líneas. A ti no te diré "te quiero", aunque sí soy sincero he de decir que quizá me hayas hecho recuperar la esperanza, quizá he vislumbrado en tus ojos un ápice de cordura en este mundo de locos. A ti te diré que te odio, y te lo repetiré mil veces, quizá por eso de que del amor al odio hay un paso, o al revés. O quizá, sólo, porque en el fondo, una parte de mí sí que te odia.
Te odia porque has conseguido alejarme de ella, de esa voz interior que me dice que no lo haga, que no te sonría y mucho menos que me espere a que me la devuelvas. Quizá te odia porque has conseguido que, por primera vez en mucho tiempo, esa voz se calle y deje paso a una oda a la esperanza.
Pero oye, que te odio, y que nunca voy a decirte "te quiero", pero...
nunca será siempre.
domingo, 1 de febrero de 2015
Droga.
-Puedes creerme cuando te digo que yo no elegí esto, de veras.
¿Quién en su sano juicio se iba a dejar enredar en una mierda cómo esta, sabiendo todo lo que puedes perder?
+Pero, ¿y lo que puedes ganar?
-Todavía eres demasiado joven para saber de qué va todo esto, pero aquí nunca ganas. Esto es como el blackjack, el que más tiene siempre pierde.
+¿Qué es el blackjack?
-Un juego de cartas.
+¿De verdad crees que esto es cómo un puto juego de cartas?
-Quizá no, tienes razón. Esto es más bien como una droga.
+¿Una droga?
-Sí, una droga. Te engancha, al principio piensas, 'nah, yo controlo, esta mierda no me va a pillar a mí', pero a medida que pasa el tiempo te das cuenta de que necesitas más y más, de que las cosas se te han ido de la mano y ya no dependes de ti. Esa mierda, al final, es lo único que te hace feliz.
+Pero...¿y si lo sabes, por qué empiezas?
-Pues como todos, supongo, por diversión. Por curiosidad, porqué todos lo hacen y te dicen que es increíble. Ahora bien, nadie te habla de lo que viene después, nadie te dice que al final acabarás en el barro, hecho una mierda. Supongo que, como todo en la vida, para vender hay que mentir.
+También tendrá su lado bueno, digo yo.
-¡Hombre claro! Si no ya sería de gilipollas... Pero no compensa, te lo aseguro.
+Entonces, ¿por qué sigues enganchado?
-Supongo que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, o con la misma mierda, en este caso.
+¿Y cómo dices que se llama esa droga?
-Algunos insensatos la llaman amor.
¿Quién en su sano juicio se iba a dejar enredar en una mierda cómo esta, sabiendo todo lo que puedes perder?
+Pero, ¿y lo que puedes ganar?
-Todavía eres demasiado joven para saber de qué va todo esto, pero aquí nunca ganas. Esto es como el blackjack, el que más tiene siempre pierde.
-Supongo que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, o con la misma mierda, en este caso.
+¿Y cómo dices que se llama esa droga?
-Algunos insensatos la llaman amor.
lunes, 26 de enero de 2015
Oye tío...
-Oye tío, ¿te puedo llamar tío, verdad?
+Claro hombre, como tú quieras. ¿Qué pasa?
-No sé, verás, hace tiempo que vengo dándole vueltas a una cosa y la verdad es que no sé cómo entenderlo...
+Adelante, te escucho.
-Verás, ¿te pido una cerveza? -¡Oye, rubia, dos cervezas por aquí! ¡Gracias guapa!- A lo que iba...
+Dime.
-Hace ya mucho que, no sé si es por la edad, el tiempo que anda loco o los pocos momentos de lucidez que me deja el alcohol, que me estoy dando cuenta de una cosa...
+Tú dirás.
-Si me fueras preguntado hace un tiempo, ponle un año, cómo era mi mujer perfecta, hubiera dicho.
+Rubia, alta, con los ojos claros y bien dotada; o bien morena, bajita, con los ojos claros e igualmente dotada. ¿Y qué?
-Eso. ¿Te parece poco? Hasta ahora siempre he tratado a las tías como un trozo de carne, algo con lo que divertirme y pasar el tiempo, pero...
+Pero ha aparecido alguien que te ha roto los esquemas, ¿no es así?
-Sí, osea, no, ¡joder!. Mírame tío, me tiemblan las rodillas...
+Quién te ha visto y quién te ve...
-¡Calla tío! Ella es preciosa, pero no es eso lo que me llamó la atención.
+Ya, claro, ahora me vas a venir con qué te enamoraste de su sonrisa... No me cuentes milongas, yo no soy una de esas niñatas que lee las mierdas que escribes.
-Tú no la has visto sonreír, pero no, no es eso. Es sólo que me gusta pasar tiempo con ella, aunque solo sea hablando; irónico, ¿verdad?, hasta ahora lo único que me interesaba escuchar de una tía era su talla de sujetador, y ahora soy capaz de pasarme horas embelesado escuchando su voz sin pensar en nada más.
+Tú lo que estás es borracho.
-No, de verdad tío, créeme, hay algo en ella que, no sé, la hace diferente. Consigue que quiera pasar tiempo a su lado, conocerla. Me hace querer ser mejor persona.
+¿Y eso se lo dijiste para llevártela a la cama, o con ella no funcionó?
-De verdad tío, eres imposible. Imbécil.
+No soy más que un producto de tu subconsciente, soy sólo aquello que durante años has creado dentro de ti. Fíjate, levanta la cabeza de la barra. ¿Ves a alguien sentado a tu lado?
+Claro hombre, como tú quieras. ¿Qué pasa?
-No sé, verás, hace tiempo que vengo dándole vueltas a una cosa y la verdad es que no sé cómo entenderlo...
+Adelante, te escucho.
-Verás, ¿te pido una cerveza? -¡Oye, rubia, dos cervezas por aquí! ¡Gracias guapa!- A lo que iba...
+Dime.
-Hace ya mucho que, no sé si es por la edad, el tiempo que anda loco o los pocos momentos de lucidez que me deja el alcohol, que me estoy dando cuenta de una cosa...
+Tú dirás.
-Si me fueras preguntado hace un tiempo, ponle un año, cómo era mi mujer perfecta, hubiera dicho.
+Rubia, alta, con los ojos claros y bien dotada; o bien morena, bajita, con los ojos claros e igualmente dotada. ¿Y qué?
-Eso. ¿Te parece poco? Hasta ahora siempre he tratado a las tías como un trozo de carne, algo con lo que divertirme y pasar el tiempo, pero...
+Pero ha aparecido alguien que te ha roto los esquemas, ¿no es así?
-Sí, osea, no, ¡joder!. Mírame tío, me tiemblan las rodillas...
+Quién te ha visto y quién te ve...
-¡Calla tío! Ella es preciosa, pero no es eso lo que me llamó la atención.
+Ya, claro, ahora me vas a venir con qué te enamoraste de su sonrisa... No me cuentes milongas, yo no soy una de esas niñatas que lee las mierdas que escribes.
-Tú no la has visto sonreír, pero no, no es eso. Es sólo que me gusta pasar tiempo con ella, aunque solo sea hablando; irónico, ¿verdad?, hasta ahora lo único que me interesaba escuchar de una tía era su talla de sujetador, y ahora soy capaz de pasarme horas embelesado escuchando su voz sin pensar en nada más.
+Tú lo que estás es borracho.
-No, de verdad tío, créeme, hay algo en ella que, no sé, la hace diferente. Consigue que quiera pasar tiempo a su lado, conocerla. Me hace querer ser mejor persona.
+¿Y eso se lo dijiste para llevártela a la cama, o con ella no funcionó?
-De verdad tío, eres imposible. Imbécil.
+No soy más que un producto de tu subconsciente, soy sólo aquello que durante años has creado dentro de ti. Fíjate, levanta la cabeza de la barra. ¿Ves a alguien sentado a tu lado?
domingo, 28 de diciembre de 2014
Miedo
Y hoy, por primera vez en muchos años, tengo miedo.
Quizá no un miedo exacerbado o un miedo como el que se puede tener a algo, pero sí es cierto que hay en mí una serie de dudas en lo relativo a lo que se me viene encima el próximo año que hacen que, cuanto menos, tenga un cierto respeto a lo que pueda encontrarme después de cumplir los 18, el domingo que viene.
Una parte de mí está deseando cumplirlos, disfrutar de la mayoría de edad, la posibilidad de tener coche, pasar uno de los mejores veranos de mi vida, o eso se supone, y todo eso que conlleva cumplir los 18.
Pero, por otra parte, me asusta lo que pueda encontrarme. Es un cambio enorme, en el que no todo depende de mí, y eso es lo que me hace desconfiar. Es prácticamente como iniciar una nueva vida, sin haber sido capaz de cerrar la anterior como realmente me gustaría.
Es darte cuenta que los amigos de toda la vida tienen diferentes expectativas en la vida, que por mucho que los hayas querido y hayan estado ahí en un pasado, tu futuro, por más que duela, pasa por alejarte de ellos. Claro que te encontrarás con ellos y cuando estéis juntos todo volverá a ser como antes, al menos por unos minutos, pero sabes que os tenéis que separar.
Es querer alcanzar imposibles, altas expectativas que nos lleven a darlo todo por cumplir nuestros sueños, pese a las palabras, y los gestos, de desaprobación de los que te rodean. Porque ya lo dice cierto anuncio, de cuyo nombre no logro acordarme, "no tenemos sueños pequeños", el mío es tener un Porsche en el garaje, desde que tenía 4-5 añitos. En una semana habrán pasado 14-13 años ya de la primera vez que lo dije, y desde entonces sigo erre que erre, y eh, escúchame bien, lo voy a conseguir, por mis cojones.
Es conocer gente nueva, que conecta más contigo, pero que aún no conoces. Es duro cuando ya has creado un grupo de amistades tener que volver a empezar.
Es volar del nido, de la seguridad del hogar y de lo conocido. Muy seguramente seguirás viviendo en casa de tus padres, pero pasarás allí el mínimo tiempo posible, por lo que será como si no estuvieras.
Pero bueno, si de algo me he dado cuenta a lo largo de estos 18 años que estoy a punto de cumplir, es que soy capaz de conseguir lo que me proponga, que si tengo techo todavía no lo conozco y que seré lo que quiera ser, pero sobretodo, seré feliz.
Quizá no un miedo exacerbado o un miedo como el que se puede tener a algo, pero sí es cierto que hay en mí una serie de dudas en lo relativo a lo que se me viene encima el próximo año que hacen que, cuanto menos, tenga un cierto respeto a lo que pueda encontrarme después de cumplir los 18, el domingo que viene.
Una parte de mí está deseando cumplirlos, disfrutar de la mayoría de edad, la posibilidad de tener coche, pasar uno de los mejores veranos de mi vida, o eso se supone, y todo eso que conlleva cumplir los 18.
Pero, por otra parte, me asusta lo que pueda encontrarme. Es un cambio enorme, en el que no todo depende de mí, y eso es lo que me hace desconfiar. Es prácticamente como iniciar una nueva vida, sin haber sido capaz de cerrar la anterior como realmente me gustaría.
Es darte cuenta que los amigos de toda la vida tienen diferentes expectativas en la vida, que por mucho que los hayas querido y hayan estado ahí en un pasado, tu futuro, por más que duela, pasa por alejarte de ellos. Claro que te encontrarás con ellos y cuando estéis juntos todo volverá a ser como antes, al menos por unos minutos, pero sabes que os tenéis que separar.
Es querer alcanzar imposibles, altas expectativas que nos lleven a darlo todo por cumplir nuestros sueños, pese a las palabras, y los gestos, de desaprobación de los que te rodean. Porque ya lo dice cierto anuncio, de cuyo nombre no logro acordarme, "no tenemos sueños pequeños", el mío es tener un Porsche en el garaje, desde que tenía 4-5 añitos. En una semana habrán pasado 14-13 años ya de la primera vez que lo dije, y desde entonces sigo erre que erre, y eh, escúchame bien, lo voy a conseguir, por mis cojones.
Es conocer gente nueva, que conecta más contigo, pero que aún no conoces. Es duro cuando ya has creado un grupo de amistades tener que volver a empezar.
Es volar del nido, de la seguridad del hogar y de lo conocido. Muy seguramente seguirás viviendo en casa de tus padres, pero pasarás allí el mínimo tiempo posible, por lo que será como si no estuvieras.
Pero bueno, si de algo me he dado cuenta a lo largo de estos 18 años que estoy a punto de cumplir, es que soy capaz de conseguir lo que me proponga, que si tengo techo todavía no lo conozco y que seré lo que quiera ser, pero sobretodo, seré feliz.
miércoles, 24 de diciembre de 2014
El mensaje del Rey
O del príncipe heredero, en el caso de mi casa. Aunque, si hacemos caso a los anuncios de Ikea, esto es una república independiente; en la que manda mi madre.
Pero, dejémonos de tonterías, el 2014 agoniza y toca hacer balance de lo vivido a lo largo de este año, que, como mi menoría de edad, toca a su fin, y es que sí, en 10 días cumplo los 18; joder, como pasa el tiempo...
Bueno, a lo que iba, que entre comas, saltos de parágrafo y puntos y seguido me voy de un tema a otro como el que cambia de canal. ¡Vaya, ya lo he vuelto a hacer!
Todo año supera al anterior, o eso es lo que creo yo. Y es que, desde mi punto de vista, las cosas buenas superan las malas, a medida que crecemos, por lo que cada año tiene que ser mejor, por fuerza. Así que ahí va el balance de este, mi 2014:
Primero de todo, gracias a los que habéis estado siempre ahí y seguís estándolo, a los que habéis llegado nuevos este año y, aunque los dos sepamos que lo nuestro tiene fecha de caducidad, habéis dejado en mi una huella importante, y gracias a los que estando desde hace poco queréis pasar muchos más años a mi veraaa, verita veraaaaaaaa (¡ai, qué malo es el alcohol, niños, no lo probéis!)
Ah, gracias también a vosotros, todos esos que os habéis ido antes de tiempo y a los que no tuve tiempo, o ganas, o creí que no hacía falta recordaros todo lo importante que eráis para mí. Hoy, más que nunca, me doy cuenta que si soy lo que soy es, en gran parte, gracias a vosotros. Así que gracias, y que sepáis que se os echa de menos, mucho, muchísimo.
En segundo lugar, pedir perdón a todos aquellos que confiaron en mí y fueron defraudados. Si me he dado cuenta del error habré intentado enmendarlo, y espero haberlo conseguido. Si no lo he hecho, os pido perdón doblemente, primero por haberos fallado y después por no haberme dado cuenta y no haber intentado ponerle arreglo. En especial pediros perdón a todas aquellas personas a las que hice daño, deseando lo mejor para vosotros. En especial a ti.
Y por último, ¡adelante! Oye, que sí, que el 2014 ha estado muy bien/bien/mediocre/mal/muy mal, pero que aquí estamos y esto es lo que hay. Que si tú estás conmigo, yo voy a estar contigo, a muerte, sin reservas. Que nos queda mucho por vivir, demasiado y que el tiempo pasa volando, sí, pero nosotros somos dueños de nuestro destino, capitanes de nuestra alma. Nosotros decidimos cómo afrontar los reveses de la vida, y yo decidí, hace mucho tiempo, convertirme en el revés de Rafa Nadal. Así que vamos, deja de ser un recogepelotas y salta a la cancha, agarra esa raqueta y vamos juntos a por este partido de dobles, nosotros podemos con todo y tú lo sabes.
El 2015 pinta bien, no voy a mentir, la idea de cumplir 18 en 10 días suena muy muy atractiva, son tantas cosas: el carné del coche, el verano, la posibilidad de votar (sé que esto es lo mejor de los 18, eh), y un largo etcétera que podría explicaros ahora, pero eso ya es otro tema, que dará para otra entrada.
Disfrutad de estas fiestas con vuestra familia y vuestros seres queridos, reír, comer y sacar al niño que lleváis dentro; el encorbatado estresado que sois os lo agradecerá.
Ah, y esta noche no os perdáis el mensaje del Rey, o del príncipe heredero, o del tío que vive en la República Independiente en la que manda su madre...
Pero, dejémonos de tonterías, el 2014 agoniza y toca hacer balance de lo vivido a lo largo de este año, que, como mi menoría de edad, toca a su fin, y es que sí, en 10 días cumplo los 18; joder, como pasa el tiempo...
Bueno, a lo que iba, que entre comas, saltos de parágrafo y puntos y seguido me voy de un tema a otro como el que cambia de canal. ¡Vaya, ya lo he vuelto a hacer!
Todo año supera al anterior, o eso es lo que creo yo. Y es que, desde mi punto de vista, las cosas buenas superan las malas, a medida que crecemos, por lo que cada año tiene que ser mejor, por fuerza. Así que ahí va el balance de este, mi 2014:
Primero de todo, gracias a los que habéis estado siempre ahí y seguís estándolo, a los que habéis llegado nuevos este año y, aunque los dos sepamos que lo nuestro tiene fecha de caducidad, habéis dejado en mi una huella importante, y gracias a los que estando desde hace poco queréis pasar muchos más años a mi veraaa, verita veraaaaaaaa (¡ai, qué malo es el alcohol, niños, no lo probéis!)
Ah, gracias también a vosotros, todos esos que os habéis ido antes de tiempo y a los que no tuve tiempo, o ganas, o creí que no hacía falta recordaros todo lo importante que eráis para mí. Hoy, más que nunca, me doy cuenta que si soy lo que soy es, en gran parte, gracias a vosotros. Así que gracias, y que sepáis que se os echa de menos, mucho, muchísimo.
En segundo lugar, pedir perdón a todos aquellos que confiaron en mí y fueron defraudados. Si me he dado cuenta del error habré intentado enmendarlo, y espero haberlo conseguido. Si no lo he hecho, os pido perdón doblemente, primero por haberos fallado y después por no haberme dado cuenta y no haber intentado ponerle arreglo. En especial pediros perdón a todas aquellas personas a las que hice daño, deseando lo mejor para vosotros. En especial a ti.
Y por último, ¡adelante! Oye, que sí, que el 2014 ha estado muy bien/bien/mediocre/mal/muy mal, pero que aquí estamos y esto es lo que hay. Que si tú estás conmigo, yo voy a estar contigo, a muerte, sin reservas. Que nos queda mucho por vivir, demasiado y que el tiempo pasa volando, sí, pero nosotros somos dueños de nuestro destino, capitanes de nuestra alma. Nosotros decidimos cómo afrontar los reveses de la vida, y yo decidí, hace mucho tiempo, convertirme en el revés de Rafa Nadal. Así que vamos, deja de ser un recogepelotas y salta a la cancha, agarra esa raqueta y vamos juntos a por este partido de dobles, nosotros podemos con todo y tú lo sabes.
El 2015 pinta bien, no voy a mentir, la idea de cumplir 18 en 10 días suena muy muy atractiva, son tantas cosas: el carné del coche, el verano, la posibilidad de votar (sé que esto es lo mejor de los 18, eh), y un largo etcétera que podría explicaros ahora, pero eso ya es otro tema, que dará para otra entrada.
Disfrutad de estas fiestas con vuestra familia y vuestros seres queridos, reír, comer y sacar al niño que lleváis dentro; el encorbatado estresado que sois os lo agradecerá.
Ah, y esta noche no os perdáis el mensaje del Rey, o del príncipe heredero, o del tío que vive en la República Independiente en la que manda su madre...
lunes, 22 de diciembre de 2014
Mordisqueado
'Chulo, prepotente y soberbio; solo quiere estar por encima del resto y hace lo que sea para conseguirlo', así, sin anestesia.
Entre risas cayó esta bomba hace unos días, quizá no con estas palabras, pero viniendo a significar lo que plasman, saliendo de boca de alguien que se refería a un tercero; como si del enrevesado y gracioso 'tengo un conocido que es amigo del primo segundo del padre de aquel famoso al que tanto admiras', bueno, quizá no tan rebuscado, pero algo así.
Y esto, quieras que no, me hizo pensar, ¿realmente soy un capullo? Bueno, supongo que en estos casos la respuesta depende de a quien preguntes, pero, ¿lo soy?
Hoy, por otra parte, sin nada que ver con el tema, ni refiriéndose al mismo, me he llevado otra de esas tortas de realidad que tan descolocado te deja cuando las recibes, como pensativo y abstraído las horas posteriores. 'Tú no quieres', nuevamente, así, sin anestesia. He tenido que analizar la frase seriamente, 'Tú (osease, yo, el sujeto de la acción); no (negación, contrario a); quieres (verbo querer, amar, lovear, cómo dirían esas pijas que tratan aparentar un dominio del inglés cuando no tienen ni papa del idioma de Shakespeare)'. Repito, así, sin anestesia. ¿De verdad doy la sensación de ser tan frío que no soy capaz de amar?, joder, no sé...
No soy alguien que se caracterice por llevar a cabo muestras de afecto en público, ni por adornar mis palabras con pomposos adjetivos que demuestren al mundo el cariño que profeso por mis seres queridos, pero joder, de ahí a que no quiero, creo que hay un trecho. O quizá soy yo, que me veo como un Raffaelo de coco mientras que soy un vulgar Ferrero mordisqueado...
Esta comparativa de los bombones me ha llevado a pensar en mí como un bombón, metafóricamente, aunque lo sea -modestia aparte-. Es decir, me veo a mí mismo como un bombón, que han probado y mordisqueado varias veces, hasta que se han cansado y dejado en su envoltorio original. Ese bombón, dulce y tierno, se ha envuelto en un envoltorio dorado, elitista, que trata de marcar una diferencia entre yo y ellos..., que intenta recordarte que sí, que tú, puedes ser muy bueno, pero que yo, siempre estaré por encima.
Con esto no quiero decir que realmente crea que soy mejor que nadie, que a veces sí, pero solo a veces, sino que he conseguido crear a mi alrededor una película protectora que me aleja de todos aquellos que me ven como un 'chulo, prepotente y soberbio; solo quiere estar por encima del resto y hace lo que sea para conseguirlo'; y se dan cuenta de que yo también lloro cuando matan a la madre de Bambi.
Lo que me lleva a la conclusión de que realmente oculto una gran parte de mi ser detrás de un envoltorio que no invita a acercarse, seguramente porque ya me haya cansado de ser un bombón mordisqueado.
Entre risas cayó esta bomba hace unos días, quizá no con estas palabras, pero viniendo a significar lo que plasman, saliendo de boca de alguien que se refería a un tercero; como si del enrevesado y gracioso 'tengo un conocido que es amigo del primo segundo del padre de aquel famoso al que tanto admiras', bueno, quizá no tan rebuscado, pero algo así.
Y esto, quieras que no, me hizo pensar, ¿realmente soy un capullo? Bueno, supongo que en estos casos la respuesta depende de a quien preguntes, pero, ¿lo soy?
Hoy, por otra parte, sin nada que ver con el tema, ni refiriéndose al mismo, me he llevado otra de esas tortas de realidad que tan descolocado te deja cuando las recibes, como pensativo y abstraído las horas posteriores. 'Tú no quieres', nuevamente, así, sin anestesia. He tenido que analizar la frase seriamente, 'Tú (osease, yo, el sujeto de la acción); no (negación, contrario a); quieres (verbo querer, amar, lovear, cómo dirían esas pijas que tratan aparentar un dominio del inglés cuando no tienen ni papa del idioma de Shakespeare)'. Repito, así, sin anestesia. ¿De verdad doy la sensación de ser tan frío que no soy capaz de amar?, joder, no sé...
No soy alguien que se caracterice por llevar a cabo muestras de afecto en público, ni por adornar mis palabras con pomposos adjetivos que demuestren al mundo el cariño que profeso por mis seres queridos, pero joder, de ahí a que no quiero, creo que hay un trecho. O quizá soy yo, que me veo como un Raffaelo de coco mientras que soy un vulgar Ferrero mordisqueado...
Esta comparativa de los bombones me ha llevado a pensar en mí como un bombón, metafóricamente, aunque lo sea -modestia aparte-. Es decir, me veo a mí mismo como un bombón, que han probado y mordisqueado varias veces, hasta que se han cansado y dejado en su envoltorio original. Ese bombón, dulce y tierno, se ha envuelto en un envoltorio dorado, elitista, que trata de marcar una diferencia entre yo y ellos..., que intenta recordarte que sí, que tú, puedes ser muy bueno, pero que yo, siempre estaré por encima.
Con esto no quiero decir que realmente crea que soy mejor que nadie, que a veces sí, pero solo a veces, sino que he conseguido crear a mi alrededor una película protectora que me aleja de todos aquellos que me ven como un 'chulo, prepotente y soberbio; solo quiere estar por encima del resto y hace lo que sea para conseguirlo'; y se dan cuenta de que yo también lloro cuando matan a la madre de Bambi.
Lo que me lleva a la conclusión de que realmente oculto una gran parte de mi ser detrás de un envoltorio que no invita a acercarse, seguramente porque ya me haya cansado de ser un bombón mordisqueado.
viernes, 12 de diciembre de 2014
¿Crees en el destino?
¿Crees en el destino?
A medias, supongo que sería mi respuesta.
Creo en algo, llámalo como quieras, que de alguna manera determina ciertas cosas, cómo vas a ser, con que gente vas a tener facilidad para relacionarte y esas cosas, pero de la misma manera, creo en mí casi tanto como en ese algo, por lo que no pienso que mi futuro esté establecido sin que yo pueda hacer nada al respecto.
Creo en el amor, aunque en los tiempos que corren esté degenerando en un pseudoamor que consiste en juntarse con el primero con quien nos crucemos sin mandarlo a la mierda, y es que la concepción del amor de la sociedad actual, si más no de gran parte de la misma, me da bastante pena. En eso, he de decir que creo que el ser humano ha involucionado, en eso y en muchas otras cosas, pero ahora no vienen a cuento.
No creo que el tiempo cure las cosas, ya lo dije, el tiempo solo pasa y somos nosotros quienes decidimos si arreglarlas o no. Y sí, hay muchas cosas a las que debo poner solución desde hace mucho tiempo, pero hoy no es el momento.
Creo, también, que hay un momento apropiado para cada cosa, y ese fue, probablemente nuestro gran error. Quisimos precipitar las cosas, yo el primero, quizá por miedo a perderte, quizá por miedo a que te dieras cuenta de lo imbécil que era, quizá por miedo de encontrar a otra persona o quizá por miedo a quererte, que también podría ser.
Sé que probablemente esto debería escribirlo a papel, quemarlo y dejar que el viento se llevara las cenizas, pero yo no soy Mario Casas; yo soy imbécil, ya lo sabes, y ahora más que antes, esa es una de las cosas a las que debo poner remedio todavía. Sé que lo leerás, por lo que aprovecho para pedirte perdón y decirte que me debes una comida, que ésta ya se ha enfriado, una botella de vino, que ésta me la he bebido intentando recordarte, y que tienes que enseñarme a anudarme la corbata, que desde que te marchaste voy cada mañana hecho un desastre.
También quiero aprovechar para pedirte que no cambies nada de tu vida por mí, me merecí la segunda oportunidad, pero nunca una tercera. Eres feliz ahora, lo sé y me alegro como si yo lo fuera, es lo único que he pedido desde que te rompí rompiéndome, que alguien llegara y de un abrazo volviera a unirte, yo todavía no he contratado un buen arquitecto que me vuelva a juntar.
A medias, supongo que sería mi respuesta.
Creo en algo, llámalo como quieras, que de alguna manera determina ciertas cosas, cómo vas a ser, con que gente vas a tener facilidad para relacionarte y esas cosas, pero de la misma manera, creo en mí casi tanto como en ese algo, por lo que no pienso que mi futuro esté establecido sin que yo pueda hacer nada al respecto.
Creo en el amor, aunque en los tiempos que corren esté degenerando en un pseudoamor que consiste en juntarse con el primero con quien nos crucemos sin mandarlo a la mierda, y es que la concepción del amor de la sociedad actual, si más no de gran parte de la misma, me da bastante pena. En eso, he de decir que creo que el ser humano ha involucionado, en eso y en muchas otras cosas, pero ahora no vienen a cuento.
No creo que el tiempo cure las cosas, ya lo dije, el tiempo solo pasa y somos nosotros quienes decidimos si arreglarlas o no. Y sí, hay muchas cosas a las que debo poner solución desde hace mucho tiempo, pero hoy no es el momento.
Creo, también, que hay un momento apropiado para cada cosa, y ese fue, probablemente nuestro gran error. Quisimos precipitar las cosas, yo el primero, quizá por miedo a perderte, quizá por miedo a que te dieras cuenta de lo imbécil que era, quizá por miedo de encontrar a otra persona o quizá por miedo a quererte, que también podría ser.
Sé que probablemente esto debería escribirlo a papel, quemarlo y dejar que el viento se llevara las cenizas, pero yo no soy Mario Casas; yo soy imbécil, ya lo sabes, y ahora más que antes, esa es una de las cosas a las que debo poner remedio todavía. Sé que lo leerás, por lo que aprovecho para pedirte perdón y decirte que me debes una comida, que ésta ya se ha enfriado, una botella de vino, que ésta me la he bebido intentando recordarte, y que tienes que enseñarme a anudarme la corbata, que desde que te marchaste voy cada mañana hecho un desastre.
También quiero aprovechar para pedirte que no cambies nada de tu vida por mí, me merecí la segunda oportunidad, pero nunca una tercera. Eres feliz ahora, lo sé y me alegro como si yo lo fuera, es lo único que he pedido desde que te rompí rompiéndome, que alguien llegara y de un abrazo volviera a unirte, yo todavía no he contratado un buen arquitecto que me vuelva a juntar.
jueves, 11 de diciembre de 2014
El nudo de la corbata
Hoy me he despertado a media noche, me parecía oír tu voz. Que tontería, ¿verdad?, quizá te parece raro, de la manera que te eché de mi vida... No sé, tenía miedo al compromiso, y todas esas gilipolleces que se dicen cuando acabas una relación sin saber bien bien porqué...
He intentado volver a dormirme, pero, como de costumbre, ya no he podido. He aprovechado para ordenar la casa, mi vida hace ya tiempo que campa a sus anchas, ¿y a qué no sabes qué he encontrado? Aquel pendiente que perdiste, el de la bola del mundo, sí. Me ha hecho pensar...
Creía que juntos íbamos a comernos el mundo, y ya me ves, aquí estoy, hablándole a una casa
vacía y a una ciudad que duerme a mis pies.
Sin saber si reír o llorar he dejado el pendiente en un cajón y he acabado de preparar las cosas para mañana: el traje, el maletín con los papeles, el móvil, las llaves del coche... creía ser un lobo, el león de esta jungla, y acabé como el de Wall Street.
Así que, como él, me he tirado en el sofá y he echado mano del whisky, buscando respuestas al final de la botella. Por desgracia, únicamente he conseguido darme cuenta de que te echaba de menos, que te quería...
O quizá es solo que aún no he aprendido a hacerme el nudo de la corbata.
He intentado volver a dormirme, pero, como de costumbre, ya no he podido. He aprovechado para ordenar la casa, mi vida hace ya tiempo que campa a sus anchas, ¿y a qué no sabes qué he encontrado? Aquel pendiente que perdiste, el de la bola del mundo, sí. Me ha hecho pensar...
Creía que juntos íbamos a comernos el mundo, y ya me ves, aquí estoy, hablándole a una casa
vacía y a una ciudad que duerme a mis pies.
Sin saber si reír o llorar he dejado el pendiente en un cajón y he acabado de preparar las cosas para mañana: el traje, el maletín con los papeles, el móvil, las llaves del coche... creía ser un lobo, el león de esta jungla, y acabé como el de Wall Street.
Así que, como él, me he tirado en el sofá y he echado mano del whisky, buscando respuestas al final de la botella. Por desgracia, únicamente he conseguido darme cuenta de que te echaba de menos, que te quería...
O quizá es solo que aún no he aprendido a hacerme el nudo de la corbata.
martes, 9 de diciembre de 2014
Estás invitada...
Siempre he escuchado eso de que una copa de vino con la comida es buena para la salud, que ayuda al corazón y todas esas cosas que dicen los médicos, cuando nadie les escucha.
Hoy, mientras escribía esto, he entendido porque es una copa, y no dos, o tres. Lo que importa no es el vino, es la compañía, es el brindis, es la sonrisa que éste comporta y esas miradas que lo dicen todo en silencio. Hoy, ahora mismo, en un momento de lucidez, estoy comprendiendo que no era el vino lo que me salvaba, eras tú.
O sea, tú no. Tú y el vino, o el vino y tú, o quizá era el vino y que tú estuvieras allí o quizá el vino mientras tú estabas allí, o quizá... -mejor me sirvo otra copa y cambio de tema-.
A lo que iba, me acostumbraste a cocinar para dos, y me encantaba, no te mentiré, pero es algo que puede conmigo. Odio ser incapaz de medir la comida justa para mí, de no recordar que ya no estás, que como solo, que sólo me acompaña ese reloj de pared que tanto odiabas y esa botella de vino que desataba tu risa tonta que tanto me gustaba.
Y no te confundas, no me quejo, ya me he hecho a la idea de gritar sin obtener respuesta, de levantar la vista del plato sin encontrarme tu sonrisa, de despertarme a medianoche solo, muerto de frío, sin encontrar tu abrazo cálido, pero sigo sin ser capaz de cocinar para uno....
Así que quiero que sepas que, quizá porque aún creo que volverás, sigo cocinado para dos, por lo que estás invitada a iluminar mi cocina, ya que el resto de mi vida es más complicado; pero eso no viene a cuento, eso es otra historia.
Eso sí, date prisa, que ésto se enfría...
Ah, y tráete vino.
Soy yo, soy yo, punto... y seguido.
Hoy, mientras escribía esto, he entendido porque es una copa, y no dos, o tres. Lo que importa no es el vino, es la compañía, es el brindis, es la sonrisa que éste comporta y esas miradas que lo dicen todo en silencio. Hoy, ahora mismo, en un momento de lucidez, estoy comprendiendo que no era el vino lo que me salvaba, eras tú.
O sea, tú no. Tú y el vino, o el vino y tú, o quizá era el vino y que tú estuvieras allí o quizá el vino mientras tú estabas allí, o quizá... -mejor me sirvo otra copa y cambio de tema-.
A lo que iba, me acostumbraste a cocinar para dos, y me encantaba, no te mentiré, pero es algo que puede conmigo. Odio ser incapaz de medir la comida justa para mí, de no recordar que ya no estás, que como solo, que sólo me acompaña ese reloj de pared que tanto odiabas y esa botella de vino que desataba tu risa tonta que tanto me gustaba.
Y no te confundas, no me quejo, ya me he hecho a la idea de gritar sin obtener respuesta, de levantar la vista del plato sin encontrarme tu sonrisa, de despertarme a medianoche solo, muerto de frío, sin encontrar tu abrazo cálido, pero sigo sin ser capaz de cocinar para uno....
Así que quiero que sepas que, quizá porque aún creo que volverás, sigo cocinado para dos, por lo que estás invitada a iluminar mi cocina, ya que el resto de mi vida es más complicado; pero eso no viene a cuento, eso es otra historia.
Eso sí, date prisa, que ésto se enfría...
Ah, y tráete vino.
Soy yo, soy yo, punto... y seguido.
lunes, 8 de diciembre de 2014
Algún día...
Esta mañana, mientras desayunaba, he aprovechado para pasearme por las redes sociales, así, como quien no quiere la cosa, "stalkeando", que le llaman ahora, cotillear, que le han llamado toda la vida, para intentar saber algo más de la gente que me rodea y me importa, de aquellos a los que quiero, aunque haya pasado el tiempo y la relación no sea tan fluida como antes.
Por el camino me he dado cuenta de cómo han cambiado las cosas, del daño que nos hemos hecho y que no es verdad eso de que el tiempo todo lo cura, que el tiempo solo pasa y si uno quiere curar las cosas tiene que salir ahí fuera y hacer por ponerle remedio.
Pero no es el momento, quizá lo fue o lo será, o ya no exista el momento para arreglar todos los errores del pasado y estos nos acompañen como una losa que nos hace agachar la cabeza y no poder ver más allá del suelo, perdiéndonos un sinfín de nuevas experiencias y una sonrisa por la que valga la pena levantarse y salir a comerse el mundo.
O quizá soy yo, que me he olvidado de echarle azúcar al café y es por eso que hoy el día ha empezado amargo, pero con un regusto final más que interesante, como pido a un buen café. Quizá la vida es eso, superar el primer golpe, y el segundo, tercero y cuarto si lo hay, pero hacerlo porque más allá del impacto hay algo que llama nuestra atención, algo que nos pide que sigamos a pesar que nuestros sentidos nos digan que no, que nos hace más daño que bien.
Y ahora, que vuelvo a leer lo escrito hasta el momento, no sé cómo me he ido por las ramas, no era esta mi intención, pero no voy a cambiarlo, me gusta, hace mucho que no me sentía escritor y necesitaba dar rienda suelta a mi imaginación y al pequeño, pequeñísimo, minúsculo e inexperto, quizá autor del guión que dé el Oscar, por fin a Di Caprio, o, más seguramente, autor de un blog de poca monda que se jacta de ser leído y comentado por cuantas... ¿20 personas?, me paso, seguramente.
Pero a lo que iba, volviendo al "stalkeo" matutino, me he dado cuenta, sobretodo, del daño hecho, a lo largo de los años, a esas personas por las que hubiéramos dado más de lo que dimos y a las que ahora no sabemos como mirar a los ojos. Y si, algún día arreglaré todo el daño que hice, lo prometo, y quizá eso me permita despertarme con una sonrisa y levantar la vista del suelo, pero hoy no, no es el momento.
Algún día lo haré, prometido, pero por el momento seguiré tomándome el café sin azúcar.
Recordad,
soy yo, soy yo, punto... y seguido.
domingo, 4 de mayo de 2014
'El Cholo, los cholitos y los chalados'
En la primera entrada de este blog hablé de mi pasión por el fútbol, aunque comenté que intentaría no hablar mucho de ello. Siento hacerlo tan pronto, pero algo ocurrido esta tarde me lleva a hablar de fútbol, de lo que yo entiendo por fútbol, de mi equipo, de mi atleti.
Esta tarde escuchaba, como un atlético más, el partido de mi equipo contra el Levante. Todos daban por sentada una victoria rojiblanca que nos dejaría a un partido del título de liga. A un partido en nuestro campo, en nuestro templo, contra un más que mermado -y salvado- Málaga. Sin embargo, el equipo de Caparrós tiró de ese pundonor que los caracteriza, de esa garra que va unida al experimentado técnico, y consiguió una victoria de coraje y fútbol del de antes, más allá de la polémica de maletinas y primas -en la que no quiero entrar-.
Merengues se reían, "el pateti" se desinflaba y les daba la oportunidad de colocarse empatados a puntos otra vez. Ah, no, realmente seguían a tres puntos -daban por ganado el partido aplazado con el Valladolid, todavía no jugado-. También contaban con los tres puntos que les propiciaría ganar al Valencia -mientras escribo este post acaba de marcar Parejo el 1-2, en el minuto 64, ¡vaya!- Pero volvamos a lo que nos interesaba: algo estaremos haciendo bien cuando merengues y culés celebran los tropiezos del "pateti", un equipo menor que no está capacitado para luchar con ellos por el título liguero ni los grandes entorchados europeos -final a la que llegamos el pasado miércoles-. Pero bueno, no era esto de lo que quería hablaros, venía a hacerlo del "cholismo", del Cholo, de los cholitos y de esos chalados que seguimos como mandamientos cada una de las palabras del técnico argentino.
Aprovecho este post para aclarar algo:
Yo no he sido siempre del Atleti, bueno, lo he sido pero no lo sabía. Lo aclararé:
Siendo pequeño, y viendo que todos los niños con 2-4 años eran del barça o del madrid, me decanté por el barça cuando aún no tenía ni pasión por el fútbol -empecé a jugarlo y a vivirlo con 5 años-. Pero nunca sentí amor por el Barça, celebraba las victorias pero ni me iban ni me venían, no celebraba títulos ni competiciones más que por joder a mis amigos merengues. Sin embargo, desde la llegada del Cholo, me sentí identificado con ese hombre, con su forma de ser y de entender la vida y el fútbol, con su historia. Desde ese momento me dí cuenta que era del Atleti, y me declaré rojiblanco. Lo hice sin saber si aquello iba a funcionar o no, no sabía si el Atleti iba a salir a flote o se iba a hundir aún más y a bajar a segunda, como todo parecía indicar.
Mi enamoramiento del Cholo empezó cuando mi padre me habló de él. Después llegaron los vídeos, las lecturas, los documentales, etc.
El Cholo no ha conseguido formar un equipo campeón a partir de jugadores en los que nadie creía, que también, sino que ha conseguido que una afición cansada de sufrir vibre con cada partido, desee que llegue el fin de semana y el lunes, que juegue su equipo e ir al campo a verlo.
La comunión del Cholo con la grada es total, sabe lo que es vestir esa camiseta, sudar por ella y llegar a la gloria defendiendo el escudo del Atleti. Fue un grande en nuestra historia pasada, y está escribiendo, en rojiblanco, la historia del fútbol actual.
Después de 18 años estamos a dos partidos de ganar una liga -si, el madrid sigue perdiendo contra el Valencia, minuto 83- y estamos en la final de una Copa de Europa, 40 años después.
Aquella copa de Europa que el fútbol le robó al Zapatones, a nuestro Luís Aragonés; como nos lo ha robado la vida este año.
Podría explicar muchísimas cosas más, pero me faltaría espacio -y tiempo-, así que me despido de vosotros diciendo que, como atlético, yo también sueño con ver a Gabi levantar el 24 de Mayo la "orejona", con el 8 de Don Luís Aragonés a la espalda; el fútbol nos lo debe.
Pero, como cholista convencido, solo puedo deciros que, partido a partido, "ad augusta per angusta". Toca centrarnos en el Málaga, nuestra próxima final, la única que importa ahora.
Aquí os dejo con el vídeo que da nombre a esta entrada, sacado de Deportes Cuatro: http://www.cuatro.com/deportes/futbol/champions/pina-cesped-jugadores-Atletico-Madrid_2_1788705057.html
Y con la promesa de no hablaros, en mucho tiempo, de fútbol.
Soy yo, soy yo, punto... y seguido.
Esta tarde escuchaba, como un atlético más, el partido de mi equipo contra el Levante. Todos daban por sentada una victoria rojiblanca que nos dejaría a un partido del título de liga. A un partido en nuestro campo, en nuestro templo, contra un más que mermado -y salvado- Málaga. Sin embargo, el equipo de Caparrós tiró de ese pundonor que los caracteriza, de esa garra que va unida al experimentado técnico, y consiguió una victoria de coraje y fútbol del de antes, más allá de la polémica de maletinas y primas -en la que no quiero entrar-.
Merengues se reían, "el pateti" se desinflaba y les daba la oportunidad de colocarse empatados a puntos otra vez. Ah, no, realmente seguían a tres puntos -daban por ganado el partido aplazado con el Valladolid, todavía no jugado-. También contaban con los tres puntos que les propiciaría ganar al Valencia -mientras escribo este post acaba de marcar Parejo el 1-2, en el minuto 64, ¡vaya!- Pero volvamos a lo que nos interesaba: algo estaremos haciendo bien cuando merengues y culés celebran los tropiezos del "pateti", un equipo menor que no está capacitado para luchar con ellos por el título liguero ni los grandes entorchados europeos -final a la que llegamos el pasado miércoles-. Pero bueno, no era esto de lo que quería hablaros, venía a hacerlo del "cholismo", del Cholo, de los cholitos y de esos chalados que seguimos como mandamientos cada una de las palabras del técnico argentino.
Aprovecho este post para aclarar algo:
Yo no he sido siempre del Atleti, bueno, lo he sido pero no lo sabía. Lo aclararé:
Siendo pequeño, y viendo que todos los niños con 2-4 años eran del barça o del madrid, me decanté por el barça cuando aún no tenía ni pasión por el fútbol -empecé a jugarlo y a vivirlo con 5 años-. Pero nunca sentí amor por el Barça, celebraba las victorias pero ni me iban ni me venían, no celebraba títulos ni competiciones más que por joder a mis amigos merengues. Sin embargo, desde la llegada del Cholo, me sentí identificado con ese hombre, con su forma de ser y de entender la vida y el fútbol, con su historia. Desde ese momento me dí cuenta que era del Atleti, y me declaré rojiblanco. Lo hice sin saber si aquello iba a funcionar o no, no sabía si el Atleti iba a salir a flote o se iba a hundir aún más y a bajar a segunda, como todo parecía indicar.
Mi enamoramiento del Cholo empezó cuando mi padre me habló de él. Después llegaron los vídeos, las lecturas, los documentales, etc.
El Cholo no ha conseguido formar un equipo campeón a partir de jugadores en los que nadie creía, que también, sino que ha conseguido que una afición cansada de sufrir vibre con cada partido, desee que llegue el fin de semana y el lunes, que juegue su equipo e ir al campo a verlo.
La comunión del Cholo con la grada es total, sabe lo que es vestir esa camiseta, sudar por ella y llegar a la gloria defendiendo el escudo del Atleti. Fue un grande en nuestra historia pasada, y está escribiendo, en rojiblanco, la historia del fútbol actual.
Después de 18 años estamos a dos partidos de ganar una liga -si, el madrid sigue perdiendo contra el Valencia, minuto 83- y estamos en la final de una Copa de Europa, 40 años después.
Aquella copa de Europa que el fútbol le robó al Zapatones, a nuestro Luís Aragonés; como nos lo ha robado la vida este año.
Podría explicar muchísimas cosas más, pero me faltaría espacio -y tiempo-, así que me despido de vosotros diciendo que, como atlético, yo también sueño con ver a Gabi levantar el 24 de Mayo la "orejona", con el 8 de Don Luís Aragonés a la espalda; el fútbol nos lo debe.
Pero, como cholista convencido, solo puedo deciros que, partido a partido, "ad augusta per angusta". Toca centrarnos en el Málaga, nuestra próxima final, la única que importa ahora.
Aquí os dejo con el vídeo que da nombre a esta entrada, sacado de Deportes Cuatro: http://www.cuatro.com/deportes/futbol/champions/pina-cesped-jugadores-Atletico-Madrid_2_1788705057.html
Y con la promesa de no hablaros, en mucho tiempo, de fútbol.
Soy yo, soy yo, punto... y seguido.
jueves, 24 de abril de 2014
Lluvia y sangre
Esta noche os dejo otra historia por aquí, que ha venido a mi mente mientras que escuchaba algo de música.
Más adelante ya escribiré algo sobre qué escucho y qué opino de ello, pero eso será otro día, ahora espero que disfrutéis de este breve relato...
'La lluvia arrastraba consigo ríos de sangre a las alcantarillas, allí donde los más oscuros sueños de cada uno de los habitantes de aquella maldita ciudad se juntaban para morir unidos. Daba igual edad, raza o religión, sexo o ideología; sobre ellos planeaba la funesta sombra de un destino al que no podían escapar.
Y allí, en medio de aquel caos, se encontraba él; botella en mano, pistola en la otra, luchando por no caerse de la silla de su escritorio. Frente a él un cigarro se consumía en un cenicero. Se echó a reír al verlo, quizá debido al pedo que llevaba encima, quizá debido a la semejanza entre la colilla y su vida. No, seguro que era por el alcohol.
Intentó levantarse, pero se fue al suelo. Cayó encima de la botella de whisky que, hecha pedazos, se clavó en su brazo. Lanzó un grito ahogado, no era tan inmune al dolor como creía. Ayudándose de la mesa se puso en pie y se acercó al flexo que lo interrogaba en la oscuridad de su despacho, lo enfocó hacia su brazo izquierdo y, mordiéndose el labio, extrajo el trozo de cristal que se había incrustado en él.
Su sangre, blanca, empezó a brotar poco después.
-Esta es mi maldición. -Se dijo en voz baja, antes de sentarse.
Miró como la sangre brotaba y recordó las palabras que siempre le acompañarían. Estaba junto a su hermano, a los pies de los cuerpos sin vida de sus padres. Frente a ellos, sus asesinos.
-¡Ha llegado la hora de la oscuridad mortales! -Gritaron, obligando a su pueblo a arrodillarse.
-Vais a pagar lo que habéis hecho, este crimen no quedará impune. -Se revolvió, escapando de los brazos de su hermano.
-Joven descarado, -contestó aquella mujer, que acababa de apoderarse del trono de su madre- te permitiremos seguir con vida, quiero que cumplas tu promesa. -Dijo, alzándose y haciendo un corte en su pecho desnudo con una de sus uñas. -Tu sangre, desde ahora blanca, te acompañará siempre, para que no olvides como murieron tus padres mientras tu mirabas sin hacer nada.
Las lágrimas caían por su rostro mientras recordaba estas palabras, apretando con fuerza el puño. Se puso en pie y cogió el revólver, había llegado el momento. Se encerró en el baño y se detuvo frente al espejo. Encendió la luz y observó su reflejo, maltratado por el paso de los años.
-Sabes que debes hacerlo, puedes vengarlos. -Dijo aquel hombre, que lo acompañaba desde pequeño.
-Matarlos no me devolverá a mis padres. -Puso en su boca las palabras que su padre tantas veces había pronunciado en sus sueños.
-Devolverás a la vida a tu pueblo. -Hizo una pausa, sonrió. Sabía que tenía mucho ganado si conseguía convencerlo de ello.- Es lo que ellos hubieran querido...
-La única manera de acabar con ellos es cruzar el portal, convertirme a la sombra. -Contestó, tembloroso.
-Sabes cómo hacerlo, -dijo, saliendo del espejo y colocándose detrás de él.- sólo tienes que apretar el gatillo. -Añadió, levantando el revólver y poniéndolo en su sien.- Tú decides... '
Espero que os haya gustado,
soy yo, soy yo, punto... y seguido.
martes, 22 de abril de 2014
La última sonrisa
Ayer en mi presentación os comenté de mi pasión por la escritura, y os dije que seguramente con el paso de los días colgaría alguna de mis historias en el blog; quizá una corta (como es la ocasión), o alguna historia por capítulos; que publicaré más adelante. No quiero entreteneros más, y os dejo a continuación con dicho texto; espero que os guste:
"Marcos
lanzó una última mirada a la habitación. Las lágrimas que caían de sus ojos
eran una mezcla de nostalgia y tristeza, aunque existía en ellas una gran parte
de impotencia. Dejaba atrás una parte importante de su vida, aunque tardaría
muchos años en descubrir hasta que punto le había marcado.
Ya
no quedaba nada de la habitación alegre y cálida en la que había pasado la
tarde anterior, tal y como había hecho todos los crepúsculos de los últimos dos
meses.
Sobre
la cama ya no reposaba Andrea; no quedaba siquiera el más mínimo indicio de su
risueño rostro, no se escuchaba la harmoniosa melodía de sus palabras; danzando
delicadamente sobre el pálido silencio, habitual de los hospitales. No quedaba,
tampoco, el brillo esperanzador de su mirada cada vez que veía a Marcos cruzar
el umbral de la puerta de la habitación.
Todo
eso había desaparecido, como desaparecen los blancos copos de nieve de las
primeras nevadas invernales bajo el inexorable sol del mediodía. Andrea, se
había ido.
Marcos
lo sabía. Sabía que tarde o temprano se iría. Sabía que se aferraría a la vida
todo el tiempo que pudiera, hasta que llegara el día que fuera incapaz de
seguir peleando. Entonces, todo habría acabado; y tal y como hiciera su
sonrisa, su mirada esperanzadora y su cálida voz, su habitación se apagaría
lentamente, y se sumiría en la más absoluta oscuridad.
Había
conocido a Andrea hacía dos meses, una tarde de invierno, lluviosa, en una
visita al hospital. El primer contacto entre ambos fue frío, escueto y muy
distante.
Ella,
que sufría una rara enfermedad que iba apagándola progresivamente, llevaba
ingresada año y medio. Él, que iba a visitar a un pariente lejano, acabó por
error en su habitación.
Nada
más entrar, le llamaron la atención sus profundos ojos verdes. Apagados,
miraban un punto indefinido de la monótona pared blanca de la habitación. Su
pelo, castaño claro, se posaba levemente sobre sus hombros; y sus pecas
dibujaban un extraño mapa sobre su tez pálida, que desde el primer momento le
atrapó.
Le
dirigió un saludo tímido, tratando de iniciar una conversación. Ella le
respondió seca, tajante, acostumbrada a recibir únicamente la visita de sus
familiares y médicos.
Marcos
repitió su visita al día siguiente, y al siguiente del siguiente, y al
siguiente del siguiente del siguiente. Aquella chica tenía algo que había
conseguido llamar su atención, y deseaba conocerla, pasar tiempo con ella y
tratar de hacerle su estancia allí lo más amena posible.
Cada
tarde, cuando llegaba a su habitación, se posaba frente a su puerta, temeroso
de entrar y que ya no estuviera, que le hubieran dado el alta o la hubieran
trasladado a otro hospital.
No
fue hasta la quinta tarde, y después de muchos intentos de entablar una
conversación, que ella no le dijo su nombre y el porqué de su estancia allí. A
partir de entonces, entre ellos se forjó una relación especial y lentamente
Marcos acabó ganándose su confianza.
Con
sus visitas Marcos había conseguido que Andrea volviera a sonreír; siendo el
único capaz de devolverle el brillo a la mirada, de descongelar el corazón que
aquella enfermedad había congelado.
Aquella
mañana, cuando entró en la habitación y vio la cama vacía lo entendió todo.
Rompió a llorar encima de la misma, y entonces encontró un sobre con su nombre
encima de la almohada. En él, había una foto suya con Andrea, tomada un par de
semanas antes por su cumpleaños. Detrás de la misma, de su puño y letra se
podía leer:
“Marcos, gracias por todo. Sin ti
no hubiera sido capaz de aguantar, no hubiera vuelto a sonreír, a disfrutar de
la vida.
Ríe, llora, grita… pero sobre todo
disfruta, vive, sé feliz por ti y por mí, por los dos.
Muchas gracias por todo.”
Marcos
guardó la foto, secó sus lágrimas y miró por última vez aquella habitación,
recordando la sonrisa de Andrea la tarde anterior. "
Espero que os haya gustado,
soy yo, soy yo, punto... y seguido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)