Así vivo, desde hace un tiempo, perdido en mi propio mundo. Sin saber a dónde ir, qué hacer ni en quién confiar. Es duro esto de sentirme un extraño, de no ser capaz de reconocerme cuando me miro al espejo.
He probado eso de salir a correr, pero tampoco funciona, el viento susurra tu nombre a cada zancada, o es que quizá cada vez estoy más cerca de volverme loco. He intentado también eso de darme a la bebida, pero no valgo para esto, el alcohol está asqueroso, y con lágrimas aún sabe peor. Los amigos están ahí, pero ya nada es como antes, todos hemos cambiado.
Y eso me lleva a encerrarme en el pequeño santuario que es mi habitación. Estas cuatro paredes me van a volver loco igual, pero total, ¿qué va a salvarme de mi locura si ya ni tú lo haces?; al menos, aquí me siento seguro, en un lugar que conozco y en el que no tengo que esconder lo que pienso o siento.
Quizá tendría que haber hecho caso a esa voz amiga, que me avisó del riesgo que corría. Me hubiera evitado las hostias, es cierto, pero entonces nunca te habría visto sonreír así. Y casi que prefiero verte sonreír, total, mi vida ya era un caos antes de que tú aparecieras.
Me encantaría poder decir, como Rayden, "que el pasado ya es "historia", el "presente" un regalo morena y del futuro no sé que será pero será a tu lado yo seré algo tuyo y tu mi eternidad...", pero tengo demasiado miedo como para oír algo que podría destrozarme.
Te odio, ya te lo dije, por hacerme sentir esto. Te odio por tenerme desconcertado, por no saber nunca qué piensas o sientes, por no ser persona hasta que me sonríes. Pero, por encima de todo, me odio, por haber vuelto a creer, en ti, en mí, en un nosotros que nunca ha existido. Me odio por haber creído que esta vez sería diferente, que tendría el valor suficiente para dar un paso adelante. Me odio por ser incapaz de decir "te quiero".
No hay comentarios:
Publicar un comentario