Llega un momento en la vida de todo hombre, o mujer, o ser humano, no sé si a los animales les ocurre lo mismo, en el que todo lo que conoce se desmorona por completo y tiene la sensación de estar pisando sobre arenas movedizas.
De nosotros mismos depende cómo salir de este atolladero, aunque la mayoría de las veces tengamos que hacerlo apoyados en los que nos rodean, con los que compartimos nuestro día a día y en los que más confiamos.
Ahora bien, ¿qué hacer cuando uno de los pilares de tu vida se derrumba como un castillo de naipes?
Es cierto que yo fui el primero en meter distancia entre nosotros, no podíamos seguir manteniendo una relación que no llevaba a ningún lado y nos hacía daño a todos, sin embargo, cada vez que nos veíamos y estábamos juntos, por poco que fuera, volvían a revivir las cenizas de lo que un día fuimos; un todo inseparable.
Las anécdotas de todo lo vivido juntos son incontables y motivo de risas y llantos, de risa, cada vez que nos juntamos, y eso no lo cambio por nada, lo prometo; a pesar de no prometer nunca nada.
Pero hubo un momento en el que algo pasó entre nosotros y a partir de ahí ya nada volvió a ser lo mismo. Ambas partes nos esforzábamos por mantener unida una relación que sabíamos que, a la larga, tenía fecha de caducidad.
Vamos a seguir viéndonos y coincidiendo, compartiendo momentos que, quien sabe, ojalá puedan volver a reavivar esto, aunque lo dudo. Hace mucho tiempo que el abismo entre nosotros es demasiado grande como para cruzarlo a nado, como para arriesgar una vida, que hace mucho que perdí, para intentar recuperar otra que no sé si realmente quiero recuperar.
No os miento cuando digo que habéis marcado mi pasado, mi presente y mi futuro. Vivimos juntos el primero de estos, para poder separarnos ahora buscando algo que nos lleve a un verano moral en el último de ellos.
Trato de buscar que pasó para que todo esto sucediera, pero no encuentro más respuesta que la de una botella de alcohol vacía. Quizá fue eso, os aferrasteis a ella y yo me quise deshacer demasiado pronto. No os culpo, nunca, si soy quien soy también es, en parte, culpa vuestra. Me vais a tener aquí para lo que necesitéis, ni falta hace que lo diga.
Por último, ya solo me queda agradeceros lo que habéis hecho. Me habéis dado una lección de madurez, algo que siempre, aunque no quisiera, os eché en falta. Habéis borrado los puntos suspensivos que dejé a nuestra historia para dejar uno solo.
De ambas partes depende que sea seguido, aparte o final.
Gracias por todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario