Más adelante ya escribiré algo sobre qué escucho y qué opino de ello, pero eso será otro día, ahora espero que disfrutéis de este breve relato...
'La lluvia arrastraba consigo ríos de sangre a las alcantarillas, allí donde los más oscuros sueños de cada uno de los habitantes de aquella maldita ciudad se juntaban para morir unidos. Daba igual edad, raza o religión, sexo o ideología; sobre ellos planeaba la funesta sombra de un destino al que no podían escapar.
Y allí, en medio de aquel caos, se encontraba él; botella en mano, pistola en la otra, luchando por no caerse de la silla de su escritorio. Frente a él un cigarro se consumía en un cenicero. Se echó a reír al verlo, quizá debido al pedo que llevaba encima, quizá debido a la semejanza entre la colilla y su vida. No, seguro que era por el alcohol.
Intentó levantarse, pero se fue al suelo. Cayó encima de la botella de whisky que, hecha pedazos, se clavó en su brazo. Lanzó un grito ahogado, no era tan inmune al dolor como creía. Ayudándose de la mesa se puso en pie y se acercó al flexo que lo interrogaba en la oscuridad de su despacho, lo enfocó hacia su brazo izquierdo y, mordiéndose el labio, extrajo el trozo de cristal que se había incrustado en él.
Su sangre, blanca, empezó a brotar poco después.
-Esta es mi maldición. -Se dijo en voz baja, antes de sentarse.
Miró como la sangre brotaba y recordó las palabras que siempre le acompañarían. Estaba junto a su hermano, a los pies de los cuerpos sin vida de sus padres. Frente a ellos, sus asesinos.
-¡Ha llegado la hora de la oscuridad mortales! -Gritaron, obligando a su pueblo a arrodillarse.
-Vais a pagar lo que habéis hecho, este crimen no quedará impune. -Se revolvió, escapando de los brazos de su hermano.
-Joven descarado, -contestó aquella mujer, que acababa de apoderarse del trono de su madre- te permitiremos seguir con vida, quiero que cumplas tu promesa. -Dijo, alzándose y haciendo un corte en su pecho desnudo con una de sus uñas. -Tu sangre, desde ahora blanca, te acompañará siempre, para que no olvides como murieron tus padres mientras tu mirabas sin hacer nada.
Las lágrimas caían por su rostro mientras recordaba estas palabras, apretando con fuerza el puño. Se puso en pie y cogió el revólver, había llegado el momento. Se encerró en el baño y se detuvo frente al espejo. Encendió la luz y observó su reflejo, maltratado por el paso de los años.
-Sabes que debes hacerlo, puedes vengarlos. -Dijo aquel hombre, que lo acompañaba desde pequeño.
-Matarlos no me devolverá a mis padres. -Puso en su boca las palabras que su padre tantas veces había pronunciado en sus sueños.
-Devolverás a la vida a tu pueblo. -Hizo una pausa, sonrió. Sabía que tenía mucho ganado si conseguía convencerlo de ello.- Es lo que ellos hubieran querido...
-La única manera de acabar con ellos es cruzar el portal, convertirme a la sombra. -Contestó, tembloroso.
-Sabes cómo hacerlo, -dijo, saliendo del espejo y colocándose detrás de él.- sólo tienes que apretar el gatillo. -Añadió, levantando el revólver y poniéndolo en su sien.- Tú decides... '
Espero que os haya gustado,
soy yo, soy yo, punto... y seguido.